
No nos dejes, no te dejes asaltar
por lo que dicen, lo que escuchas.
Rapaz, la rama del árbol sombrío
tapa el cielo, los soles, todo brillo.
Por piedad, por el anonimato fiel
del valiente, del héroe, del terco
no abandones los pensamientos
ni el corazón, ni la amargada piel.
Como el que, condenado a muerte
grita y llora, por vida suplicando,
solitaria, me encuentro buscando
entre mis palabras, el no perderte.
Que todos los hechos vivenciados
con mil honores, con mil dolores
sean tus testigos y muy armados
protejan del pisoteo, tus dones.