
Es muy profundo, tan hondo
el sufrimiento que me causé.
Mi responsabilidad, de fondo
mas un terrible doler, hoy sé.
Muy negras las ramificaciones
y los efectos, en tu alma pura.
Sollozo, de angustias y locuras
agazapado, tras tus canciones.
No hay, no existe otro castigo
superior al agrio escarmiento
de observar tu espíritu herido
y saberme inicio de tu averno.
Ni los cuchillos auto-clavados
ni la feroz escasez del pasado
no hay nada capaz de superar
mi pesadilla peor: verte llorar.
Mas que merecida la aflicción
que vive mi corazón enfermo.
Solo la gracia y divino perdón
alejan a mi mente del infierno.
Aun desde mi luto, Dios salve
que día y noche, solo imploro
que tales suplicas, como aves
en ágil vuelo lleguen al Trono.
Y oren, de mi vergüenza libres
pronta compensación a tu ser.
Por mi parte, mientras respire
solo con tus regocijos, soñaré.
Hoy deseo, desde lo profundo
así morir para nacer de nuevo
y mi cuerpo, actual moribundo
sea Su final, exclusivo Templo.
Y que si al menos una felicidad
tuve la capacidad de ofrecerte,
que brille y apoque mi maldad
y solo a ella de mi, recuerdes.
¡Quien pudiera acceder al agua
que conforma al mar del olvido!
¡Y quien, rozar las de aquel rió
que al recibir al ángel, sanaban!