domingo, 14 de febrero de 2010

El mejor espectáculo que vi


Tenia 19 inocentes años cuando conocí a Fernando; no puedo decir que era atractivo pero s si el rey de la seducción. Contaba con esa codiciada habilidad de lograr en las mujeres lo que se le antojara, más allá de su apariencia poco agraciada. Podía envolver a cualquiera con sus palabras y encontrar siempre el talón de Aquiles emocional para aprovecharse, logrando así que hasta la mas guapa lo mirara. Su sentido del humor y su talento de Travolta, complementaban el resto de su plan para obtener la flaca que quisiera. Obviamente, no se conformaba con una; le gustaba jugar a varias puntas a la vez. Y yo no seria la excepción!

Me invito a cenar aun lugar re lindo. Apenas vio mi defensa tan alta, recurrió a la frase mas adecuada como “solo quiero conocerte”. A partir de ahí y por 6 meses comenzó una oleada de histeriqueos, idas y vueltas, malos entendidos y acercamientos…solo que mi primera impresión no había cambiado. Es que desde el primer momento, mi intuición me gritaba: Peligro!!! Pero eran tales sus maniobras que logro que no la escuchara y por unos meses mi corazón se ilusiono. Como era de esperarse todo termino cuando me entere de muy buena fuente que mientras juraba interés hacia mi, intentaba al mismo tiempo captar a una de mis amigas. Como jugada fue tan fina, logro que cayera en un bajón que me costo 6 kilos de mi peso y litros de lagrimas. Luego de un tiempo, lo supere aunque dentro de mí existía un reservorio de bronca bastante importante.

Tres años después me lo encontré; para mi sorpresa su facha de ganador, su carisma y zalamería se encontraban opacados. Como teóricamente entre nosotros había que dado “todo bien”, le pregunte como andaba. Y comencé a saborear el dulce sabor de la venganza al escucharlo. Resulto ser que se había enamorado y su chica, el día que firmarían un departamento para irse a vivir juntos…lo había abandonado! ¡Que hermoso contemplar tal paga con tales intereses! No les puedo explicar la fuerza que tuve que hacer para contener mis terribles carcajadas. Hasta ahora que lo escribo me duran. Me despedí de él y de regreso a mi casa le di gracias a la vida por haberme permitido ver como todo vuelve.

Siempre había escuchado que cosechamos lo que sembramos, que no hay que escupir para arriba, que nuestras acciones tanto buenas como malas son como un bumerang. Solo que tener la posibilidad de experimentarlo en vivo y en directo fue como haber asistido al espectáculo de mayor calidad, en la primera fila y con entrada gratis
Cuando terminé de reírme, reconocí que parte de mi recuerdo de aquel mal trago se redimió y me prometí muy seriamente poner el mayor cuidado al sembrar, al hablar, al vivir.

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